Alexandre Blasi reivindica en este artículo la necesidad de volver a prestar atención a los conceptos básicos del Saber Hacer, aquellos que permiten gestionar los recursos de la manera más eficiente posible.
Estoy a favor del saber. Creo en su necesidad, creo en la importancia de la investigación básica en equilibrio con la investigación aplicada. Pero al final, ello debe representar un ingreso, que a su vez represente un pago de impuestos que permitan reinvertir en una mejora de la Sociedad en todos sus aspectos culturales, sociales, educativos, de calidad de vida. O sea, creo en el saber hacer. En mi opinión, para conseguirlo debemos volver a los conceptos básicos del saber hacer y de la necesidad simple del equilibrio entre los ingresos y los gastos. En un artículo que escribí recientemente comentaba que en las escuelas nos enseñan el saber pero que el saber hacer se aprende. Un profesor me escribió que en su escuela se enseña el saber hacer. Anteriormente había escrito otro artículo donde hablaba de la importancia de la gestión y del control de la cuenta de resultados. Otra persona me escribió condenando el afán de lucro de las empresas. Es curioso porque ambas reacciones estaban contestadas en los dos artículos o así lo creía yo. En el caso del saber hacer citaba a Confucio cuando dice: “me lo explicaron y lo olvidé, lo leí y lo entendí, lo apliqué y lo aprendí”. Hay otras citas pero más allá de ellas tengo el convencimiento que sin un trabajo continuado, aprendiendo de los aciertos y de los errores, sin practicar, no se aprende un oficio. En las escuelas nos dan las herramientas pero el arte se adquiere sabiéndolas usar y aprendiendo a hacer sus propias herramientas. En mi opinión esto es válido tanto para un ingeniero, un dirigente de empresa, un profesor universitario, un carpintero o un cocinero. Uno de los errores que solemos cometer es que por el hecho de asistir a clases de inglés ya aprendemos el idioma para ir por la calle o hacer negocios, lo cual no es cierto. En el caso de la cuenta de resultados sucede algo semejante. Aunque para algunos parezca que no es ajustado a la realidad, todas las organizaciones deben tener su cuenta de resultados. Cuando hablo de organizaciones pienso en las administraciones públicas, los hospitales, las órdenes religiosas, las universidades, las empresas y las fábricas, etc. Sus objetivos pueden ser distintos, pueden ser con ánimo de lucro o no, ser un servicio público o privado, pero dentro de unos plazos temporales razonables, sin tener presente que debe existir un cierto equilibrio entre los ingresos y los gastos aquella organización no tiene sentido. El saber hacer comporta que exista el equilibrio, no necesariamente igualdad pero nunca negativo, entre los gastos y los ingresos. Podemos tener el mejor hospital del mundo pero si no cuidamos el pago de las nóminas y los medicamentos tendremos dificultades. Las organizaciones sin ánimo de lucro no pueden trabajar exclusivamente con voluntarismo ya que necesitan personas con conocimientos para llevar a cabo su tarea de la manera más eficaz posible y en el límite deben ser capaces de captar recursos, administrarlos y hacerlos llegar a su destino de la manera más eficiente posible. Y la definición de eficiencia más simple que se me ocurre es la que maximiza el resultado, no necesariamente económico, con los recursos disponibles. Un ejemplo podría ser aquella organización sin ánimo de lucro que hace llegar al beneficiario final el mayor porcentaje de las aportaciones recibidas. Para conseguirlo se necesita el saber hacer y además un buen control de gastos e ingresos o, dicho de otra manera, de la cuenta de resultados. ¿Cómo es posible que se pueda ser profesor en carreras técnicas sin haber ejercido la profesión? ¿Cómo es posible ser abogado laboral sin haber asistido nunca ante un tribunal? La profesión médica cuida mucho sus prácticas y su formación en condiciones de la vida real ¿Por qué otras profesiones no lo hacen? En el mundo de los negocios pasan cosas semejantes. Se cree que por el simple hecho de haber asistido a un MBA ya se tienen las capacidades y competencias para dirigir una empresa cuando lo que falta es saber ejercerlas. Comentando el tema con un profesor de una prestigiosa escuela de negocios, al no ponernos de acuerdo, terminé preguntando qué había sido primero si los negocios o las escuelas de negocios, porque parecía que sin las escuelas no habrían existido los negocios. Las escuelas nos ayudan a conocer herramientas, métodos de trabajo, a ordenar el pensamiento, a mejorar nuestros conocimientos, a razonar y sistematizar el análisis de aciertos y errores, pero alguna vez nos imponen paradigmas o limitaciones de lo que no se puede hacer que el tiempo nos demuestra que no eran ciertos o que el paso del tiempo hace obsoletos. En una universidad me afirmaron que las empresas deslocalizan a otros países para poder ganar más dinero. Me preguntaron si era justo que se bajaran los salarios. En otro centro un alumno aceptaba tranquilamente la existencia de la comisión para favorecer a un proveedor. No hay respuestas fáciles ni cortas ni seguramente justas pero en mi opinión nos hemos alejado de la realidad diaria con una organización social complaciente con la mediocridad y crítica con la excelencia. He llegado a discutir la necesidad de la mejora continuada, el progreso en el sentido más amplio social y económico, porque en definitiva somos nosotros los usuarios, los consumidores, los que toleramos, exigimos y compramos lo que queremos. ¿Hemos olvidado la necesidad del aprendizaje? ¿Hemos sobrevalorado las carreras o los títulos universitarios? ¿Podemos empezar de nuevo o reformar a fondo lo que tenemos? ¿Conviene hacerlo rápidamente o lentamente? ¿Es ilícito ganar o perder dinero? Reitero: estoy a favor del saber. Creo en su necesidad, creo en la importancia de la investigación básica en equilibrio con la investigación aplicada. Pero al final, ello debe representar un ingreso, que a su vez represente un pago de impuestos que permitan reinvertir en una mejora de la Sociedad en todos sus aspectos culturales, sociales, educativos, de calidad de vida. O sea, creo en el saber hacer. En mi opinión, para conseguirlo debemos volver a los conceptos básicos del saber hacer y de la necesidad simple del equilibrio entre los ingresos y los gastos. Alexandre Blasi Socio CAUDEX Proyectos Empresariales
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