Publicacions d'Amics del País

La competitivitat

L’Alexandre Blasi reflexiona sobre la competitivitat en la nostra societat i economia, posant especial interès en la capacitat de millorar, reinventar-se, superar-se i aprendre dels èxits i els fracassos.

La competitividad existe en todos los entornos, organizaciones y mercados. Tiene sus aspectos positivos y sus aspectos perversos pero en general forma parte de nuestra sociedad. Hablar de la competitividad tiene distintas connotaciones dependiendo de quién la cita. Para los economistas puede ser una fórmula más o menos compleja especialmente cuando se habla de países, territorios o sectores. Es más sencillo desde un punto de vista de un ciudadano normal cuando se trata de la compra de un producto o de un servicio. En este caso el producto o servicio más competitivo es aquel que tiene la mejor relación entre la calidad percibida y su precio de compra. Explico lo de calidad percibida en el sentido de la información que el comprador recibe por distintos y abundantes medios además de la presentación y aspecto del producto o del servicio antes de tomar la decisión de la compra.

Durante una clase en la universidad un profesor dijo que la competitividad era negativa de manera genérica. ¿Cómo se puede decir esto si cuando él va a comprar, su decisión de compra la hace basándose en la comparación de productos? Esta competitividad es la que nos ha permitido tener mejores productos y servicios al poder elegir en la mayoría de casos. Hay competitividad negativa cierto, cuando un fabricante es dominante en un mercado y te limita la opción de elección o cuando esta competitividad se vuelve destructiva, entre otros casos. Por ejemplo los dos pilotos de F1, Alonso y Hamilton, de la escudería McLaren, que en su lucha personal consiguieron perder el campeonato y generaron una imagen de marca negativa.

Está claro que la mayor parte de compras que hacemos los ciudadanos medios las hacemos bajo el criterio de coste y calidad y pocas consideraciones más. Algunas veces nos permitimos alguna extravagancia o lujo al comprar un coche o un reloj por ejemplo, pero no es el caso general. Por tanto si no interviene ningún otro factor en la decisión, la presión repercute sobre el fabricante del producto. Hay otro factor más a considerar que es la caída permanente de los precios de venta, particularmente en los productos de consumo. De aquí que el precio de venta no lo fija el productor sino el mercado. Si este quiere mantener su margen de beneficios debe disminuir sus costes de producción de manera continuada.

La cuestión de fondo es pues que cuesta producir el producto o servicio desde su concepción hasta su entrega al cliente. Este valor económico es lo que se denomina coste de producción unitario (en inglés “production unit cost”) y que en algunos casos se descuenta el coste de los materiales puesto que en un mundo de compras global los costes de las materias primas principales suelen ser los mismos. Así nos queda que las variables a considerar en los costes de producción son pocas. Coste del trabajo, coste de estructura, amortizaciones, almacenaje, materiales, transporte, gastos generales y poco más. Cada uno de los factores intervendrá en el coste final dependiendo su peso según el tipo de empresa de la que se trate.

Las empresas que están en sectores de alta competencia comercial, competitividad, deben decidir cuál es el mejor camino para conseguir estar en el mercado. La decisión es pues el cómo y el dónde fabricar. El cómo fabricar, según Peter Drucker esto es la definición de tecnología, forma parte de su conocimiento específico y puede decidir si lo hace o lo contrata. El argumento clave de decisión es el valor del coste de producción unitario.

Si centramos el análisis en los factores internos de la empresa consideraremos dos factores, los costes laborales y las mermas en el sentido más amplio. Los costes laborales no es el coste salarial directamente sino que debe tener en cuenta la productividad. Cuanta mayor productividad, más unidades producidas por empleado, menor es el coste repercutido sobre el coste del producto. Así nos podemos encontrar que en países de costes laborales altos el coste de producción unitario sea inferior al de otros países con costes laborales más bajos. La razón está en el conocimiento y experiencia de los empleados, la minimización de las mermas o pérdidas de todo tipo (tiempo, materiales, paros de maquinas,…).

El esfuerzo de mejora de coste de producción de un producto o un servicio empieza en el mismo instante en que se traza el primer boceto. La minimización de costes empieza en aquel momento más allá de la creatividad del diseñador. Cuando hablamos de productos de consumo un buen proceso de diseño está asociado a la visión general del coste de producción unitario. Por ejemplo si el producto debe ser transportado en un contenedor el embalaje externo debe ser considerado para optimizar el máximo de utilización del espacio y no dejar huecos (mermas de espacio). Otros factores son utilización mayoritaria de materiales y proveedores conocidos y ya disponibles (reducción del número de piezas a comprar, inventario menor, aumento de volumen ce compra y reducción de costes,…), uso de las herramientas de producción estándares, …. Otras corresponden directamente a los gestores de los centros de producción como son el celo en mantener el uso de las herramientas, maquinas y materiales en perfecto uso evitando paros en el proceso de producción,…., mermas en proceso al mínimo…

Todo ello requiere que los directivos sean capaces de ver cada día dónde pueden mejorar. Si el precio de mercado cae un 40% en un año, habitual en algunos sectores de gran consumo, la dirección debe pedir como mínimo a su equipo una mejora de los costes de producción por el mismo importe si quiere mantener un margen positivo en su cuenta de resultados.

Lo explicado hasta ahora no es ninguna novedad puesto que es una realidad con la que convivimos diariamente. Ya lo dicen los libros de texto, también lo dicen los japoneses que antes lo han tomado de los americanos (Deming y/o Juran). ¿Si lo conocemos por qué no lo practicamos? En el momento de que se cierra una industria criticamos al empresario o al directivo, algunas veces con razón pero no en otras. Este debe convivir con el espíritu de renovación permanente, procurar no equivocarse demasiadas veces y en todos casos con más aciertos que errores. Pero que lo digan los libros de texto no es suficiente porque continuamos confundiendo la teoría con la realidad, el saber con el saber hacer, la eficiencia con la eficacia,…, y esto no se enseña, se aprende practicando, por ensayo y error, y aprendiendo de los éxitos y de los fracasos asimilando y adquiriendo conocimiento.

La competitividad existe en todos los entornos, organizaciones y mercados. Tiene sus aspectos positivos y sus aspectos perversos pero en general forma parte de nuestra sociedad. Va desde equipos de fútbol, tiendas, individuales o colectivas, partidos políticos, administraciones, cuerpos de policía, organizaciones religiosas, universidades,…, aunque el concepto de calidad y el de precio tengan que interpretarse adecuadamente e interpretarse en cada caso.

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